Da dolor e indignación que con ocasión del Paro Armado ordenado por la banda criminal terrorista “Los Urabeños” en estos primeros días del año en nuestra ciudad, Santa Marta siga doblegada ante el temor paramilitar, refrendándonos como una capital paraca en Colombia. Después de todo por lo que hemos pasado, después de tantas injusticias y guerras, el Departamento del Magdalena y su ciudad capital siguen siendo un feudo Paramilitar; y es casi inverosímil pensar que unos pocos puedan producir tanto horror en una región tan próspera y bendecida llena de recursos naturales.
El amedrentamiento sistemático a los establecimientos de comercio y al transporte público a los cuales se les ha prohibido trabajar ayer y hoy, so pena de ser declarados objetivo militar, nos tiene perplejos, volvimos al oscurantismo de la década pasada.
Pero peor aún es la respuesta dada por la colectividad samaria al hecho: Sumisa, derrotada, completamente aterrorizada ante la situación; no creemos en las instituciones democráticas, en las fuerzas del orden, no existe la solidaridad. Es en críticos momentos como estos cuando realmente nos damos cuenta de que estamos hechos, nos hemos revelado tal cual somos: Un tejido social demasiado frágil. Nos comportamos como ciudadanos del montón y precisamente ese es el trato que recibimos por parte de esta empresa criminal.
El real problema de fondo no es exclusivamente de nuestra ciudad, también está presente en los centenares de municipios de cada uno de los 5 Departamentos donde el cartel delincuencial tiene campo de acción; pero lo nefasto del asunto es que sucedió y sigue sucediendo en SANTA MARTA D.T.C. e H: La primera ciudad fundada en la América continental, la que alberga a la Primera División del Ejército Nacional, la ciudad dos veces santa que es un centro turístico de renombre a nivel nacional e internacional, y es precisamente en nuestra temporada de fin de año cuando estos delincuentes pretendieron intimidarnos, y lo que es peor… Lo lograron, accedimos a sus intereses y deseos miserables.
Tenemos que desmarcarnos de esta influencia paramilitar de alguna manera; aunque por ahí siguen como si nada los testaferros y secuaces del sistema putrefacto, deambulando libremente por la vida con bajo perfil - algunos, y otros ostentando dignidades que no se merecen, tratando de camuflarse como ciudadanos de bien. Ellos deberán luchar contra sus conciencias al ver el futuro que les dejaron a sus hijos y nietos, propiciaron este monstruo que degeneró en 1.000 monstruos más. Claro no podemos afirmar que actuaron solos, recibieron toda la ayuda que la corrupción y la impunidad permiten; y contamos con el hándicap del esperpento proceso de desmovilización que realizó el anterior Gobierno Nacional, el cual fue el ejemplo de improvisación más veraz que ha existido en nuestra historia política. Todo eso lo recogimos los ciudadanos decentes de Santa Marta y ahora con nuestra debilidad de carácter estamos pagando los platos rotos.
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