viernes, 29 de julio de 2011

Remembrando a la Batalla de Gaira en el Cumpleaños de la Samaria







Aunque hoy hace 486 años el sevillano Don Rodrigo de Bastidas dio fundación formal a nuestra amada ciudad, tenemos conocimiento de vieja data que esta hermosa bahía era un lugar muy frecuentado por los españoles desde antes de 1525 para aprovisionarse de víveres, agua dulce y leña. Y es que nuestra privilegiada situación geográfica siempre  ha sido valorada a través de la historia por  aventureros y mercaderes que encontraron en nuestro entorno natural al paraíso perdido; Santa Marta y toda su área adyacente se convirtió en un campamento de paso obligado para los conquistadores españoles en su afán por descubrir el nuevo mundo.

Es menester acordarnos que Don Rodrigo ya había pasado por aquí en 1501 comandando a las naves San Antón y Santa María de la Gracia. Que en lo que respecta a la avanzada conquistadora con sede en La Hispaniola, ya se hablaba entre los marinos de la existencia de un lugar mágico, considerado como un punto estratégico de abastecimiento, el cual quedaba ubicado entre la desembocadura del Gran Rio de la Magdalena y las montañas nevadas, y que para mayor exactitud se localizaba en la zona donde los ríos cristalinos besaban a las hermosas bahías. Se trataba de un territorio basto, virgen y fértil, que  a día de hoy enmarca a numerosos nombres tales como Taganga, Gaira, Neguanje, Sisiguaka, Granate, Playa Lipe, La Aguja,  El Morro, Concha, o Punta Betín, solo para citar algunos, pero que política y administrativamente estamos hablando del Distrito de Santa Marta.

Con lo que no contaban los conquistadores de la época, era que los tesoros naturales del lugar eran protegidos celosamente por una tribu nativa denominada los Tayronas, los cuales no entregarían tan fácilmente su territorio.

Prueba de ello es que el 23 de octubre de 1510 se produjo la primera derrota española en suelo suramericano a manos de los aguerridos Tayronas, en lo que los cronistas denominaron la Batalla de Gaira, en donde una veintena de indígenas fulminaron con sus flechas envenenadas a unos 60 exploradores españoles.

Así lo dio a conocer el Capi Ospina Navia en su artículo “Los 500 años de la Batalla de Gaira” el cual fue publicado por el periódico El Espectador en el año 2008, y el cual reza:
“(…) Tomás Joaquín Acosta (1800-1852), general de la República, geógrafo, periodista e historiador, escribió en 1848 el Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo decimosexto, basado en fuentes del Archivo de Indias de Sevilla.
Dice Acosta, refiriéndose a la llegada de los españoles a nuestras costas: “… Rodrigo Colmenares, el cual salió por octubre del mismo año de 1510 de Santo Domingo con víveres y sesenta hombres, arribó a Gaira, en donde desembarcó sin precaución cuarenta y siete españoles para hacer agua y leña; fueron sorprendidos por los indios, que se habían emboscado, no escapando sino uno solo, que se salvó nadando, por haber hecho pedazos los indios los botes. Temeroso Colmenares de ser asaltado sin poder defenderse con los pocos soldados que le quedaban, dio vela en la misma noche y sin tocar parte alguna llegó al sitio de Urabá pocos días después”.
Gerardo Reichel-Dolmatoff (1912-1994), en el libro Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua gobernación de Santa Marta, editado por el Banco de la República en 1951, refiere al respecto: “En el año 1510, Rodrigo Hernández de Colmenares, quien había armado dos carabelas en Sevilla, mandó a tierra sesenta hombres a la Bahía de Gaira, con ocasión de una nueva exploración de estas costas. Al desembarcar para buscar agua dulce, unos veinte indios atacaron y derrotaron a los españoles, matando a cuarenta y siete con flechas envenenadas, mientras que siete de ellos se salvaron en tierra y desaparecieron para siempre (…)”.

Como podemos observar a esta tierra milagrosa se la han estado disputando  diferentes tipos de invasores desde tiempos inmemoriales, y lo único que hemos logrado producir  casi 500 años después es un real menoscabo al medio ambiente, mientras nos empecinamos en vivir en una “ciudad ilegal” sin planificación, sin organización, y en donde nadie respeta ni a la autoridad ni a las leyes.

¿Hay esperanzas? Claro que las tiene que haber, lo más difícil de conseguir ya lo tenemos por gracia divina - nuestra naturaleza - todo lo demás depende de nuestra capacidad de adaptarnos colectivamente.

Mientras tanto solo quiero desearle un muy feliz cumpleaños a la ciudad dos veces santa, se que vendrán mejores momentos, estamos en camino.

martes, 26 de julio de 2011

El día que murió el Gran Joe Arroyo





Este pueblo Caribeño y Colombia entera lloran hoy a uno de sus grandes, sino al más, estoy desquebrajado porque hace apenas pocas horas falleció Álvaro José “el Joe” Arroyo; su voz y carisma perdurará por siempre en nuestros corazones. 

Recuerdos del Joe… muchísimos, nací y crecí escuchando su ritmo, su tumbao, y me atrevería a pensar que  hasta el primer beso lo debí haber dado hipnotizado bajo la calentura de su música. Como no acordarme del ridículo que pasé en la Sala de Abordaje del Aeropuerto El Dorado cuando en una semana santa viajaba feliz para mi Santa Marta; yo tendría unos 19 años y ½ de sello negro encima, estábamos departiendo con unos amigos, organizando los paseos que inevitablemente se vendrían, cuando por allí pasó el maestro, iba solo y relajado, lo vi de lejos y brinqué como un puma y a pulmón lleno grité “ALVARO JOSE, MI HERMANO, TU ERES GRANDE” mientras corría a abrazarlo. El Joe se sorprendió de ver al borracho que se le venía para encima y me dijo “oye pelao cojela suave”, después de la obligatoria foto (la cual se extravió en una mudanza y duele hoy como más) siguió su camino para encontrarse en la siguiente sala con un grupo de personas que lo acompañaban.

Años después me lo volví a encontrar ya en un ambiente más formal, en una oficina del Centro Internacional de Bogotá, allí pasamos un rato agradable que siempre llevaré en mi memoria;  cuando me identifique por lo sucedido en el Dorado, me sacó enseguida, “a tu eres el samario, el borrachon”, dijo con suspicacia, mostrando esa picardía que lo caracterizaba;  ese día incluso hasta consejos y experiencias de vida me regaló. Muchos lo juzgan por sus excesos…  Pero el Joe era mucho, muchísimo más que eso, el hombre era puro corazón... corazón de oro.

El Gran Álvaro José tenía un gran corazón de oro y de allí brotaba su fuente de energía - su Musa Original - no solo se convirtió en un referente musical para el folclor del país y del Caribe entero, sino que además nos dejo muchísimas enseñanzas a través de su vida, la más importante tal vez – su humildad - . En este pueblo tan sufrido, tan lleno de dolor, injusticias y sangre, su Son cadencioso siempre nos sacará una sonrisa y nos refrescará el alma.

Hoy el cielo en el Caribe está opaco, el sol ha perdido de a poco su brillo natural, el más grande de la música colombiana partió de este mundo terrenal, mi único consuelo es la convicción irrefrenable que ya está con Dios, donde con seguridad se que va a seguir la gozadera eternamente.

Para sus familiares y allegados mis más sinceras condolencias, para ellos mucha fuerza, solo debemos recordar que su paso por esta vida no fue en vano, aquí nos dejó su legado alegre y prolífico.



A la memoria de Álvaro José Arroyo González (1955-2011)
Paz en su tumba