martes, 26 de julio de 2011

El día que murió el Gran Joe Arroyo





Este pueblo Caribeño y Colombia entera lloran hoy a uno de sus grandes, sino al más, estoy desquebrajado porque hace apenas pocas horas falleció Álvaro José “el Joe” Arroyo; su voz y carisma perdurará por siempre en nuestros corazones. 

Recuerdos del Joe… muchísimos, nací y crecí escuchando su ritmo, su tumbao, y me atrevería a pensar que  hasta el primer beso lo debí haber dado hipnotizado bajo la calentura de su música. Como no acordarme del ridículo que pasé en la Sala de Abordaje del Aeropuerto El Dorado cuando en una semana santa viajaba feliz para mi Santa Marta; yo tendría unos 19 años y ½ de sello negro encima, estábamos departiendo con unos amigos, organizando los paseos que inevitablemente se vendrían, cuando por allí pasó el maestro, iba solo y relajado, lo vi de lejos y brinqué como un puma y a pulmón lleno grité “ALVARO JOSE, MI HERMANO, TU ERES GRANDE” mientras corría a abrazarlo. El Joe se sorprendió de ver al borracho que se le venía para encima y me dijo “oye pelao cojela suave”, después de la obligatoria foto (la cual se extravió en una mudanza y duele hoy como más) siguió su camino para encontrarse en la siguiente sala con un grupo de personas que lo acompañaban.

Años después me lo volví a encontrar ya en un ambiente más formal, en una oficina del Centro Internacional de Bogotá, allí pasamos un rato agradable que siempre llevaré en mi memoria;  cuando me identifique por lo sucedido en el Dorado, me sacó enseguida, “a tu eres el samario, el borrachon”, dijo con suspicacia, mostrando esa picardía que lo caracterizaba;  ese día incluso hasta consejos y experiencias de vida me regaló. Muchos lo juzgan por sus excesos…  Pero el Joe era mucho, muchísimo más que eso, el hombre era puro corazón... corazón de oro.

El Gran Álvaro José tenía un gran corazón de oro y de allí brotaba su fuente de energía - su Musa Original - no solo se convirtió en un referente musical para el folclor del país y del Caribe entero, sino que además nos dejo muchísimas enseñanzas a través de su vida, la más importante tal vez – su humildad - . En este pueblo tan sufrido, tan lleno de dolor, injusticias y sangre, su Son cadencioso siempre nos sacará una sonrisa y nos refrescará el alma.

Hoy el cielo en el Caribe está opaco, el sol ha perdido de a poco su brillo natural, el más grande de la música colombiana partió de este mundo terrenal, mi único consuelo es la convicción irrefrenable que ya está con Dios, donde con seguridad se que va a seguir la gozadera eternamente.

Para sus familiares y allegados mis más sinceras condolencias, para ellos mucha fuerza, solo debemos recordar que su paso por esta vida no fue en vano, aquí nos dejó su legado alegre y prolífico.



A la memoria de Álvaro José Arroyo González (1955-2011)
Paz en su tumba


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