jueves, 13 de septiembre de 2012

Hablemos de Paz



Volvemos a esperanzarnos en un nuevo proceso de paz con la guerrilla de las FARC; ya el Presidente Santos había dejado entrever tímidamente la posibilidad de unos acercamientos y diálogos con ese grupo ilegal armado, pero lo que el país no conocía realmente era que desde hace algún tiempo y de manera ultra secreta se estaban construyendo las bases que sostuvieran a un eventual proceso de negociación. Todo quedó  claro el pasado 4 de septiembre cuando de manera franca y abierta, el Presidente de la República le manifestó de cara al mundo, que de manera oficial se entraba a un nuevo capítulo de conversaciones y actos exploratorios con ese grupo armado, los cuales Dios mediante permitan culminar, ojalá de manera exitosa, el fin de una guerra fratricida en la cual ya llevamos medio siglo.

Ahora vienen las dudas y comentarios de toda índole que tan magno suceso genera: ¿Estamos ante un conflicto interno o no? ¿Las FARC son una fuerza beligerante o no? ¿Son terroristas o no?  ¿El Presidente Santos lo hace por convicción o como último recurso para lanzar su reelección? ¿Negociar con cese al fuego y de hostilidades o no?  Todas las respuestas tienen mucho de largo y de ancho, pero lo que definitivamente siempre deberemos tener de presente, es que estamos ante una nueva posibilidad de paz y es en este momento crucial donde la sociedad civil necesariamente deberá arropar a las instituciones del Estado, no podemos convertirnos en obstáculos para la consecución del tan anhelado fin.

Ahora bien, no existe una fórmula matemática que dictamine dentro de las negociaciones de paz si es viable o no declarar un cese al fuego y de hostilidades. En primera medida es el propio gobierno quien no ha contemplado esa posibilidad; las fuerzas armadas siguen en pie de lucha, los continuos y sucesivos golpes que reciben militarmente las FARC son un factor de presión dentro de la mesa de diálogo y  no se quiere atentar contra la moral de la tropa.

Si miramos al pasado nos encontramos con que las administraciones de Belisario Betancur y Andrés Pastrana adelantaron procesos fallidos de negociación con este mismo grupo guerrillero, y en donde las FARC en ambos casos salió fortalecida militarmente.

Aquí en esta nueva oportunidad del año 2012 tendremos que pensar que la paz se orienta dando pequeños pasos de confianza entre las partes. La paciencia y la prudencia llevaran paulatinamente a que la confianza sea cada día más sólida en la mesa de negociación, a eso le apuesta el Gobierno de Santos. No podemos perder de óptica que estamos inmersos en una guerra que ha dejado demasiadas secuelas en el alma colombiana, y en donde como bien lo dijimos, los fracasos del pasado invitan precisamente a que reinen el pesimismo y la desconfianza.

Es por ello que se ha sido visto con malos ojos la solicitud pretendida por las FARC de excarcelar a Simón Trinidad - preso en Estados Unidos - para que así de esta manera participe en calidad de miembro de la mesa de negociación. Estamos ante un deseo descabellado, pues ni quiera tal fin se encuentra al alcance de las ramas del poder público colombiano. Esperemos que este impase se solucione prontamente y que no sea tomado de excusa para que la guerrilla se levante de la mesa.

Demostrado está que es casi imposible infligirles una derrota militar definitiva  a las guerrillas. En los últimos 10 años las fuerzas armadas han asestado los más duros golpes a las FARC, debilitándolos permanentemente, diezmando sus capacidades de reacción, dando de baja a las vacas sagradas del secretariado, y sin embargo la guerra sigue, se perpetúa la muerte de colombianos. La experiencia nos indica que un conflicto de profundas raíces sociales y económicas no se acabará militarmente mientras el caldo de cultivo siga allí latente. Podrán pasar 50 años más, pero si no intentamos de alguna manera ser una Nación menos excluyente, con una mejor redistribución de los factores de producción, con justicia social, entonces no habremos dado en el tuétano del asunto y las heridas seguirán abiertas. Ni que hablar de la reforma agraria. ¿Cuantas miles de millones de hectáreas se encuentran estériles  y sub utilizadas? 

Debemos aprovechar que las condiciones adversas que desencadenaron los fracasos del ayer son distintas a las de hoy. Colombia ha crecido económicamente en los últimos años, los TLCs son el pan nuestro de cada día y es menester preguntarnos si es justo seguir desperdiciando tanta energía negativa en una guerra sin cuartel; o si por el contrario es la oportunidad para transformar esa mala energía en productividad, en desarrollo. Ahora los colombianos tenemos un aliado y/o un enemigo común (depende del lado en que se vea): El mercado económico mundial.

Hay que ser claros y contundentes en algo, aunque las FARC no lo quieran reconocer son narcotraficantes, y han cometido a lo largo de los años actos de terrorismo, de barbarie, por lo tanto son unos bárbaros terroristas; que en el fondo el caballito de batalla sea la igualdad social es otro cuento, ahí es donde debemos perseverar, y claro está, el tema del narcotráfico deberá estar presente en la agenda de negociación.

El narcotráfico como fuente de financiación deberá ser desmontado en su totalidad, y esta es una oportunidad de oro para emplear a los guerrilleros en la sustitución de cultivos con fines de cooperativismo, de trabajo asociativo, lo que en realidad se busca es mejorarle la calidad de vida a los futuros desmovilizados.

La otra tesis estudiada en la política de drogas es la más moderna pero minoritaria, la cual se susurra casi con estupor: Que la lucha contra las drogas tal como estaba concebida desde la administración de Richard Nixon, fracasó. Que es hora de cambiar el rumbo y la legalización de ciertos narcóticos puede ser la solución. Sea cual fuere la postura en dicho asunto, el narcotráfico deberá ser un ítem que deberá ser tratado con cautela. No es posible improvisar, no podemos repetir los errores de la desmovilización de las Autodefensas que hoy nos tienen en jaque con las denominadas bandas emergentes.

Como se puede evidenciar el factor determinante que hace posible que continúe la lucha armada es uno solo: El narcotráfico y su injerencia a nivel mundial. Independientemente de la denominación que ostenten, llámense Guerrillas, Bacrim o Paramilitares; todos tejen sus hilos criminales apoyando sus operaciones en alianzas con las diferentes organizaciones delictivas de Latinoamérica, pasando por los Carteles Mexicanos y las Maras centroamericanas hasta llegar a la Triple Frontera (Brasil, Paraguay y Argentina). La única manera de quitarle peones al negocio es educando, capacitando, mejorando la salud y creando más y mejores fuentes de empleo.

Precisamente a eso deben apuntarle los equipos negociadores de ambos bandos, por horrores tan tangibles como lo fue el amargo cocinado que representó la fallida reforma a la justicia (impulsada por este mismo gobierno) es que las cosas están como están, es un claro ejemplo de lo que no debe hacer la clase dirigente. Muy seguramente se hará necesaria la creación de una nueva constitución y darle cristiana sepultura a los retazos que siguen en pie de la Carta de 1991.

Agradecidos estamos con los Estados de Cuba y Noruega que han facilitado el camino para sentarnos nuevamente sobre una mesa de diálogo, al igual que con los pueblos de Venezuela y Chile; necesitamos del total apoyo de la comunidad internacional.

La pregunta del millón será: ¿Está preparada la sociedad colombiana para perdonar y olvidar 50 años de muerte y miseria? ¿Dejaremos el resentimiento social a un lado, la venganza y el odio visceral? Con el corazón en la mano espero que sí.







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