Como olvidar esta imagen, este afiche inmortal, el solo hecho de observarlo me produce sentimientos encontrados de alegría, ira y tristeza; cierro los ojos y me transporto en el tiempo a la época de la inocencia y de la recocha eterna, la casa de mi abuela paterna, en donde mi vieja con cariño y humor negro nos formaba el carácter. Recuerdos de higos, ciruelas, grosellas, uvas, matarratones y toronjiles, y por supuesto de política.
Yo tenía 6 años y estábamos en plena campaña presidencial del año 82, en ella se daba un mano a mano entre el ex presidente López Michelsen y el conservador Belisario Betancourt, sin embargo la casa de Doña Carmen improvisadamente se había convertido en un centro político propagandista de un señor con pelo enmarañado, ojos desorbitados, cara de loco y la voz de un volcán, un soñador que representaba una nueva fuerza política: El Nuevo Liberalismo.
Mi padre y mi tío fueron hipnotizados por la elocuencia y el aura honesta y servicial de Luis Carlos Galán Sarmiento, y yo, siempre al calor del debate escuchaba perplejo tanto las verdades como las mentiras que el tema suscitaba. Me acuerdo como si fuera ayer las sanas discusiones, algunas de ellas a grito herido, coloreadas siempre de rojo y blanco por las camisetas, los abanicos, afiches y calcomanías que retrataban la más famosa de las expresiones con las que graficaron al Dr. Galán.
Con el pasar de los años esa hipnosis que me producía Luis Carlos se me convirtió en una catarsis que me volvió una especie de zombi político que devoraba al instante cuanto artículo de prensa, o noticia radial o televisiva hablara sobre el ilustre ciudadano.
La fuerza de su discurso, sus ideales, su talante, las expulsiones de Jairo Ortega y del abominable Pablo Escobar, la calumnia del cheque de Evaristo Porras que salpicó a Lara Bonilla, la guerra declarada de los extraditables, el exterminio de grandes patriotas durante el terror, y finalmente su asesinato la noche negra del 18 de agosto de 1989.
En un país de cobardes y asesinos parece ser que esa es la suerte inevitable destinada para los radicales, los incorruptibles, los decentes.
Al respecto del día de su muerte, mi viejo me contó que esa noche estaban bailando al son del gran Joe Arroyo en el Hotel Tamacá, de pronto se regó la vil noticia y todos en el baile comenzaron a llorar y abrazarse, sobra decir que la fiesta se acabó y que mi padres regresaron a casa con el alma desquebrajada. Si señores Galán fue tan grande que acabó un concierto del Maestro Joe Arroyo.
Días despues del magnicidio, se decía en Santa Marta que algunos traquetos parrandearon hasta el amanecer por la muerte del político que les había declaró la guerra de frente, y que corrió con la misma suerte del Coronel Jaime Ramírez Gómez, Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano Isaza, entre otros, y que dos años después también tocaría a otro ilustre colombiano Enrique Low Murtra. Esos mafiosos pasados de whiskey y de coca, eufóricos por la noticia, levantaron a plomo el cielo samario entre el 18 y el 19 de agosto del año 89.
Esa noche en Soacha no solo mataron a un hombre, mataron a un país, y ahora 20 años después todavía estamos clamando justicia.
Pues si, dos décadas despues de su partida, nos siguen azotando los mismos enemigos que él acérrimamente combatió en su momento: El narcotrafico y la corrupción. El mejor homenaje que podemos brindarle a cada uno de los colombianos decentes caidos en esta guerra sucia, es seguir los lineamientos del Dr. Luis Carlos Galán, si recuperamos sus principios e ideales y actuamos de una vez por todas, entonces habrá esperanza.
"Por la libertad,
por la justicia,
por la democracia,
por la paz,
siempre adelante ni un paso atrás,
y lo que fuera menester sea"
A la memoria de Luis Carlos Galán Sarmiento (1943-1989)
Paz en su tumba
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