martes, 20 de julio de 2010

El Bicentenario: Sueños y razones 200 años después




Aletargado y aburrido estuve canaleando hace unos días el Tv, la visita repentina de Morfeo llegó mi cuarto y se me convirtió en un cabeceo contundente propio de cualquier zaguero central Paraguayo que se respete, y ya casi vencido, desabroché las pupilas y me encontré con que el canal SciFi estaba transmitiendo un capítulo de la efímera serie gringa Voyagers (Viajeros), bitácora de aventuras de cualquier niño ochentero. Tenía demasiado tiempo sin ver a Phineas Bogg y al viejo Jeffrey tratando de arreglar al mundo, para lo cual la misión era no permitir que el curso de la historia tomara otro rumbo, al ya predestinado.

Y si uno tuviera un ovni de esos por un momento, pensé - ¡Bacanísimo! Algo osado se podría haber hecho o por lo menos fracasar en el intento, a lo mejor a la Costa Caribe no se le hubiera visto como el hijo bastardo de la Nueva Granada; o tal vez Panamá nunca se hubiera separado de Colombia; a lo mejor alguna de las reformas sociales, especialmente la agraria, que tanto necesita el país serían un hecho; ni a Gaitán ni a Galán los hubieran masacrados cobardemente; el bombardeo a Casa Verde se hubiera visto hasta en Groenlandia; mínimo Santa Marta sería capital de Colombia y sede de la OEA (soñar no cuesta nada); y en fin se podrían haber tergiversado algunos acontecimientos negativos que han enmarcado estos 200 años con más pena que gloria, que bueno sería tener la oportunidad de cambiar las derrotas por victorias.

Menos mal hay luz al final del tunel y al parecer hemos dado ultimamente pasos agigantados hacía el desarrollo, gracias al Sensei Uribe San; a pesar de los muchos problemas que tengamos lo verdaderamente cierto es que en nuestro Bicentenario nos hemos sabido identificar como una nación de idiosincrasia única, en todo el sentido de la palabra, en donde nuestra mayor riqueza además de la geográfica, es precisamente tener un patrimonio cultural diverso y pluralista.

En estos 200 años, hemos construido unas bases de Estado muy importantes, la institucionalidad democrática es quizás uno de nuestros mayores logros (ahora bien, que por culpa de la corrupción y la ilegalidad no hallamos avanzado lo suficiente, eso es harina de otro costal; para eso están los sociólogos, filósofos, antropólogos y líderes religiosos, quienes seguramente y para sorpresa de todos darán un diagnóstico en común, si señores leyeron bien, en común: Todo se resume a la carencia de valores éticos y espirituales). Y es que a pesar que en 2 siglos tuvimos 3 Golpes de Estado, 6 cierres del Congreso y demasiadas guerras civiles, podemos decir a día de hoy que seguimos siendo una de las democracias más fuertes de la América Latina.

Pero hagamos un breve auto examen y de esta manera reflexionar hacía el futuro. Primero que todo, como ya he dicho muchas veces, comenzamos al revés la construcción del país, la grandes ciudades y centros industriales deberían haber quedado en el litoral (como cualquier nación costera que se respete y que pretenda ser potencia económica); de ahí tenemos que en 1819 cuando el Virrey Juan Sámano finalmente huyó despavorido ante los triunfos patriotas, quienes heredaron el sistema (los criollos y patricios), centralizaron el poder y los ciudadanos del común otrora “explotados” se convirtieron en “libres- explotados”. Además mientras el mundo acogía la Revolución Industrial como batuta de Desarrollo, acá nos quedamos más de 60 años matándonos los unos a los otros, definiéndonos como Federalistas o Centralistas.

Aquí y para mi pesar, la Iglesia tiene un mea culpa de grandes proporciones, y es que a la hora de la repartición del nuevo poder, le correspondió una tajada política y económica que han manejado a placer hasta nuestros días, y que no ha ayudado a estrechar la brecha entre opresores y oprimidos.

Si de verdad queremos cambiar el rumbo, lo realmente necesario es democratizar el aprendizaje y las nuevas tecnologías, seguidas de una verdadera política nacional agraria y alimentaria que garantice un mejor devenir, diversificar la producción de bienes y servicios, a lo que se sumaría un sistema de salud eficiente, y claro, ya como consecuencia de todo lo anterior tendríamos finalmente la consecución de más fuentes de empleo.

Para los años de la Independencia el enemigo eran los poderes de ultramar que antes impedían nuestra libertad, ahora nuestro verdadero obstáculo se encuentra inmerso en nuestra propia conciencia. ¿Qué prefieren el bien común o el interés particular? De su respuesta dependen los próximos 200 años.



FELIZ CUMPLEAÑOS COLOMBIA... 200 AÑOS… Y MEJORANDO!!!

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