Tratar de interpretar la Gestión de Álvaro Uribe durante estos 8 años de poder es una tarea de difícil digestión, significa trastornar a un más en este mar de leva llamado Colombia, y en donde los sentimientos y racionamientos siempre antagónicos se convulsionan cual olas indómitas, con suerte tendremos al final un justo veredicto.
Básicamente a Uribe le alcanzaron sus primeros 4 años en la presidencia para echarse al bolsillo al pueblo colombiano. Él prometió plomo para con las guerrillas y eso fue lo que cumplió. Cimentó su trabajo sobre la indignación popular que nos trajo la mal llamada “Zona de Distensión” y el accionar barbárico y terrorista del cual éramos presa fácil en cualquier rincón de nuestra geografía, los cuales nos convirtieron en un Circo de Nación, en un Estado de papel.
En la dura misión por recuperar la Seguridad Nacional se enfrascó con convicción e ímpetu. Y es en este asunto en donde están sus mayores logros, volvimos a sentir la sensación de libertad (y es que eran tiempos en que las guerrillas por 1ª vez en 40 años de guerra, verdaderamente habían puesto de rodillas al pueblo y al Estado colombiano). Avante y con el apoyo irrestricto de unas Fuerza Militares de talante prusiano, batalló incansablemente y asestó duros golpes a las guerrillas, lo cual antes se veía como algo remoto. A día de hoy podemos decir con la frente en alto que las FARC pasaron de tener 20.000 combatientes en el 2002 a solo 8.000 en el 2010; por si fuera poco el secuestro en los últimos 8 años se redujo en un 90%; y mientras los homicidios para el 2002 eran de 29.000 anuales, en el 2009 tuvimos la cifra de 15.800 asesinatos.
Además en su periodo sobrevino un hecho significativo y fue la negociación con los Paramilitares, y aunque a día de hoy tenemos poco de justicia, poco de paz, y muy poco de reparación; se inició un proceso de desmovilización muy improvisado, pero que al final de cuentas trató de terminar con este flagelo, claro no contaban con la astucia que el crimen muta, se transforma y reestructura, y ahora tenemos sueltos a 6.000 sicarios-narcotraficantes muchos de ellos salidos de ese proceso de reconciliación y que engrosan las denominadas bandas emergente.
Los logros en seguridad ahondaron en la mente de Álvaro Uribe Vélez, además de ello su forma de gobernar llegó directo al tuétano sentimental del pueblo, ya nunca más sería considerado Presidente, se había convertido en Emperador. Y es que los poderes desbordantes propios de un imperio sobrepasan cualquier limite; la megalomanía del líder (sin importar si es bueno o malo) siempre lo impulsará a perpetuarse. Pero así como Cayo Julio Cesar encontró enemigos en el Senado Romano, Bolívar en sus propios amigos halló conspiradores, Uribe fue frenado por el único de los poderes al cual no pudo doblegar: El Poder Judicial.
El Emperador había gobernado casi de manera incólume a su antojo. El poder legislativo sacó a relucir en estos 8 años su real apetito voraz. Y fue allí donde Uribe siempre pragmático, repartió favores y prebendas, fue un maestro titiritero frente a los Congresistas (les suenan Yidis Medina y Teodolindo Avendaño). Ya con el legislativo a su favor, reforzó el Ejecutivo Imperial como se le vino en gana. Pero con el poder Judicial la batalla era a otro precio; los problemas que tuvo con las Altas Cortes fueron desde siempre, lo que sucede es que en los últimos 4 años se produjeron las peores lesiones.
Para el año 2003 me acuerdo del choque de trenes que se sostuvieron con el Consejo de Estado por el caso del ex ministro Fernando Londoño y las acciones de Invercolsa. Con el pasar de los años vinieron algunas reformas fallidas, sentencias contrarias a los intereses del gobierno, y nombramientos no efectuados (Fiscal General), cuchillos, sonrisas postizas y flechas venían de parte y parte. Finalmente se destapó la parapolítica y en ella la Corte Suprema pasó su cuenta de cobro, y como jugada maestra no de Jaque sino de Jaque Mate la Corte Constitucional el pasado mes de febrero tumbó la segunda reelección y de paso cercenó cualquier posibilidad a futuro para que El Emperador volviera a sus días de gloria. Ahora apenas comienzan las investigaciones por las interceptaciones ilegales que se dieron desde el Ejecutivo Imperial para con las Altas Cortes y la oposición en general. Conclusión: Como nunca antes falló el sistema de pesos y contrapesos, y se afectó en lo más íntimo a la institucionalidad que un Estado de Derecho representa; y eso amigos es realmente preocupante.
Que es lo que menos me gusta del Presidente Uribe y lo digo con todo respeto, su permisividad ante los escándalos de sus funcionarios; la responsabilidad política nunca fue un concepto teórico aplicado, y en varias ocasiones se pudo haber hecho más. A mi parecer siempre se caminó sobre la delgada línea que separa a lealtad de la ética. Sin embargo en la Carrera Castrense se midió con otra vara y descabezó a veces de manera pública a cuanto alto oficial diera papaya. No se puede pretender ser o reflejar una imagen de incorrupto e incorruptible, cuando está probado que algo huele mal y no hacemos nada al respecto.
Ya entrando en el campo eminentemente económico y social, tenemos que la pobreza se redujo de 53.7% en el 2002 a 46% en el 2009; que la tasa de desempleo en el 2002 era de 16% y a día de hoy está en el 11%. Cifras que demuestran ciertamente avances, lo que sucede es que fue tanto la expectativa que generó la Gestión Uribe, que incluso el mismo gobierno esperaba resultados más alentadores. Había madera para pensar que si se podía llegar a más cuando nos encontramos que la confianza inversionista pasó de un 14% del PIB en el 2002 a un 23% en el 2009. No podemos pasar por alto el sector educativo, pues la Ministra de Educación Cecilia Vélez, en estos 8 años, procuró y logró aumentar considerablemente la cobertura escolar, sin embargo ahora lo que falta es brindarle mejor calidad a la educación. Lo que sucede es que esos números que indudablemente significan crecimiento no se ven reflejados por la continua brecha de desigualdad social que llevamos a cuestas desde la colonia, y que a la larga es nuestro nuestro mayor desafío.
Si observamos detenidamente el mandato de Álvaro Uribe, fue un gobierno de empresarios, los incentivos siempre buscaron favorecer a los grandes inversionistas, de esta manera revivió la Banca, se dio el boom energético y minero sobre el cual cabalga el país actualmente, los grandes proyectos agroindustriales surgieron silvestres, la construcción marcha ascendentemente, el sector turismo se reactivó, etc. La pregunta es ¿Todo ese desarrollo ayudará a una verdadera justicia social, finalmente el pueblo raso comerá de esa mieles? Debemos mirar con lupa el tema del sector informal, está claro que existen a día de hoy menos desempleados, la pregunta debe ser ¿bajo qué condiciones? Tampoco podemos exigirle milagros al Emperador, porque este es humano y no es ningún santo, ni iluminado, ni tampoco será beatificado. Uribe es un Presidente que trató de hacer las cosas lo mejor posible hasta donde pudo, y que por su afán de gobernar y tratar de dar mejores resultados, incluso llegó a practicar principios maquiavélicos. Sin embargo no podemos negar que dejó sentadas unas bases y que de seguir por el mismo camino nos acercarían más hacía el modelo económico chileno, lo cual estaría bien.
Sin embargo los avances anteriores, nos hizo falta mayor estructura vial, y es que si miramos al país de manera integral, observamos que en estos 8 años al Ministro Andrés Uriel Gallego le faltaron muchos kilómetros de carreteras por construir. La salud es un tema mucho más gaseoso, acá el Ministro Diego Palacios por más ampliación de cobertura a la que haya llegado, tiene una deuda pendiente por los Decretos de Emergencia. Necesitamos de manera urgente una reforma a la salud que permita de una vez por todas garantizar calidad y cobertura en su prestación.
Mi impresión en cuanto a los problemas sociales del país, es que por más ganas y buena voluntad que exista desde el poder central, si al final siguen los políticos regionales y locales pensando con el estomago, entonces nunca se verán los beneficios que desde arriba se pretenden hacer llegar.
Ahora hay algo anecdótico acerca de la imagen que proyectó el Emperador: Nunca podremos dejar de reconocerle su obsesión por el trabajo, por mostrar resultados, y que gracias a su imagen el país cambió la visión que tenía del Ejecutivo. Al llevar a la Presidencia de la República hasta la vereda más lejana, obviamente perdió significado el trabajo del Congresista (jugada maestra para sus intereses); se mostró por primera vez en la historia colombiana como un Presidente cercano y paternal, y eso finalmente es lo que verdaderamente le importa al pueblo. Este nuevo “populismo” llevó a un ser humano de alma provinciana más hacía el campo, y cortó de un tajo la imagen de “Lord Presidente” que antes existía. Hábil y calculador fue también el manejo que le dio a los medios de comunicación, los cuales siempre trabajaron para él (consciente o inconscientemente). Y ni que decir de la propaganda gratuita que le representaba su contradictor Hugo Chávez Frías cada vez que este rebuznaba. Todo esto lo supo dominar a la perfección el maestro Álvaro Uribe y utilizó su influencia hipnótica para todos sus fines.
Finalmente debemos decir que en los últimos años, en la época más oscura que representó el paso de la parapolítica en el Departamento del Magdalena, con la gran limitante que es el no contar con los Representantes y Senadores para la gestión de obras en nuestro territorio; Uribe Vélez se quitó la corona de Emperador y como buen provinciano, se puso el sombrero vueltiao y la guayabera, jalonando de esta manera para nuestra región proyectos de inversión y desarrollo. Obviamente estamos mucho mejor que hace 8 años.
A pesar de encontrarme en desacuerdo en algunas de sus posiciones, debo reconocerle al Presidente Uribe su talante, y que gracias a él hoy mi país es más seguro y tiene mejores proyecciones hacía el futuro. Ahora tocará recomponer las heridas hechas al interior de nuestro Estado de Derecho, analizar con mente de ajedrecista las relaciones internacionales, seguir consolidando la seguridad democrática y buscar contra viento y marea la prosperidad colectiva.