Si hay algo que debemos reconocerle a esta elección presidencial, es precisamente la calidad de sus precandidatos y candidatos (salvo una excepción), y en donde Noemí Sanín y Marta Lucía Ramírez han representado con altura el rol y bondades de nuestra mujer colombiana. Sin embargo y por veniales caprichos personales hubiera preferido a Marta Lucía.
Que Noemí ha sido una Líder innata, no lo pongo en duda nunca, y es que apenas comenzó su vida laboral sacó avante el reto de consolidar a la empresa Colmena y la impulsó significativamente hacía mejores rumbos financieros. Con la frente en alto saltó a servirle al nefasto gobierno del Presidente Belisario; y fue allí donde por primera vez pasó a la palestra pública, pues como Ministra de Comunicaciones ordenó cortar la transmisión que los ojos del mundo teníamos puestos ante las dantesca imágenes de la toma del Palacio de Justicia, para ello y como cortina de humo se valió de un partido de fútbol.
Sus mayores aciertos han provenido de la diplomacia colombiana, la cual maneja de manera magistral, tanto así que su vida cotidiana está precisamente marcada por la venta de la imagen, la compostura de Carreño, y la sutileza ante los intespectivos cambios del universo, enseñados sabiamente por el protocolus-contradictorum. Y es que como funcionaria del Palacio de San Carlos, ha sido desde Canciller hasta embajadora en Venezuela, España y Reino Unido, y en donde ciertamente y en honor a la verdad ha trabajado de manera incansable, allí están sus resultados y son cuantificables (no como otros diplomáticos dedicados única y exclusivamente a enaltecer día a día al sibarita que habita en ellos).
Lo que nunca me gustó de Noemí Sanín, fue precisamente ese conflicto de intereses que siempre ha sostenido con sus congéneres políticos y que se volvieron el pan de cada día de su vida pública. No puede ser posible que hoy lance al espacio sideral diatribas envenenadas en cantidades exorbitantes contra cualquier cristiano (las merezca o no) y mañana salga sonriente posando en la foto con el fulano, compartiendo un tinto y hasta consejos de belleza para teñirse las canas. La alianza fue pactada, los puestos prometidos, la burocracia agrandada, y Noemí riéndose a carcajadas. Pasado mañana vuelven las acusaciones y ella ahí... firme y fiel a su Ley de Causa y Efecto ¡igual la embajada ya está asegurada!
Ahora bien, el Presidente Uribe demostrando ser el político que es, maniató y de que manera durante 8 años a los conservadores. Y es tanta la idolatría y el efecto hipnótico que le merece esa colectividad que precisamente está ocurriendo lo que se veía venir; pues que tórtolos y lentejos azules se han pasado al bando del Infante Don Juan Manuel (el divide y reinarás sigue vigente) y han dejado sola en el ostracismo a la candidata conservadora. Los judas de ayer serán los mismos del mañana.
Entrando ya al terreno práctico, el Programa de Gobierno de Noemí Sanín muy apesar de sus buenas intenciones, parece difícil de realizar. Su consabido TPP (Trabaje-Produzca-Progrese) es una quimera, y tal como alguna vez lo expresó Calderón de la Barca "Los sueños, sueños son". Este país no se saca adelante con 600.000 puestos de empanadas, y así se piense en crear 600.000 macro empresas de software y fundar nuestro "Silicon Valley Criollo", debemos pensar de donde saldrá todo ese dinero, cual será el sistema de créditos, estos y otros entuertos oscurecen el panorama. Debemos ir firmes hacía adelante, pero con mucha prudencia.
Para terminar creo que el peor error de su planteamiento político, es que definitivamente no tiene un plan concreto para con el agro colombiano, no se a lo mejor tanta opulencia que evidenció en sus visitas a Westminster y la lluvia helada londinense, terminaron por producirle un lapsus memoriae, y de un momento al otro olvidó por completo que más de la mitad de Colombia es improductiva, repleta de monte, maleza y hoja de coca.
Igual ella está relajada, total mañana regresará a su amada carrera diplomática, quizás en esta ocasión desde los Champs Élysées, o tal vez desde el Distrito de Columbia; cualquier sitio es bueno, con tal que no sea estar en una plantación de coca en el Guaviare bajo el inclemente sol de la 1 de la tarde y acechada por una nube de mosquitos; mientras se prepara para dar un discurso acerca de los programas de erradicación de cultivos ilícitos.
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