El coletazo de la subida de los precios de los alimentos a nivel mundial ya se está sintiendo en Colombia, así las autoridades nacionales traten de disimular un fenómeno socio-económico que es inocultable.
Y es que la escasez de alimentos de nuestro mundo contemporáneo es una realidad a la que nosotros como país productor no debemos darle la espalda. Solamente entre en enero y abril de éste año los alimentos subieron 7.15 %; el precio del arroz se disparo un 74% y eso que este es un producto de primera necesidad. Son múltiples los factores que han intervenido para que nos encontremos en esta situación; entre otros, el precio de los combustibles; el precio de los insumos agrícolas en general; la poca oferta de los comestibles por cuestiones climatológicas, conflicto interno, etc.
Aunque la Carta Magna del 91 en su artículo 65 consagra: "La producción de alimentos gozará de la especial protección del Estado (...)"; hemos encontrado muy poca voluntad gubernamental (no solamente de este gobierno, sino de casi todos, con excepción del mandato de Carlos Lleras Restrepo) en cuanto a las políticas agrarias se refiere por lo que es muy poco viable estimar que la crisis se superará inmediatamente; y es que si no hacemos una reforma agraria de verdad verdad, aunque seamos dueños de una gran despensa agrícola nunca podremos explotarla.
¿De que nos sirve repetir una y otra vez que somos una nación bendita en recursos naturales? tenemos costas en dos océanos y poseemos todos los pisos térmicos; pero de nada nos sirven estas afirmaciones si sub utilizamos nuestros suelos y mares. Un caso concreto es la palmicultura, agroindustria muy atractiva por la sostenibilidad financiera que genera y ahora más aún con la aplicación del biodiesel; los gobiernos de Pastrana y Uribe se obsesionaron con la idea que ascendamos del 4° puesto en el ranking mundial de productor de palma africana en el que actualmente nos encontramos, pero para el cultivo de la palma no se necesitan tierras tan productivas y fértiles como las que se están usando para ello (la palma puede cultivarse en suelo Clase III), deberíamos aprovechar las tierras más fertiles (suelos Clase I y II) para producir mayor cantidad de alimentos y de mejor calidad.
Lo que de verdad requiere la nación es una política agraria en donde se limite la agricultura dependiendo de la calidad de la tierra, se invierta en investigación científica y en tecnologías avanzadas y de esta forma convertirnos en autosuficientes, tal como sucede en Israel por ejemplo (país de suelos áridos y desérticos con autosostenibilidad alimentaria, que es un referente mundial en la superación agrícola; incluso exporta algunos alimentos como los cítricos).
Esas son las verdaderas bases de una seguridad alimentaria nacional; ya lo decían la Revista Dinero: "Es hora de que el Gobierno se concentre en el tema y trace un plan de mediano y largo plazo para garantizar la seguridad alimentaria en el país" y un editorial del periódico El Tiempo: "para producir comida -que es de lo que se trata- haría falta un remezón de la estructura agraria (...)".
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