Ya extraditaron a casi todos los principales jefes paras ¿y ahora que? La decisión tomada por el ejecutivo tiene pensando a todos los colombianos; para bien o para mal resultó ser una noticia impactante desde todo punto de vista.
Dependiendo de la orilla ideológica donde uno se encuentre, este suceso se presta para muchos significados. Los uribistas acérrimos piensan que era el jaque mate necesario para acabar con la mamadera de gallo en que se había convertido el proceso de paz. Para los opositores del Gobierno, sencillamente Uribe traicionó deliberadamente lo pactado en el proceso de desmovilización, dejando de esta forma a las víctimas sin verdad ni reparación; es más, también se está hablando de que la extradición de estos personajes era la única forma de apagar el ventilador de la parapolítica en donde los más beneficiados serían el propio Gobierno y las personas vinculadas al escándalo. Las especulaciones estarán a la orden del día.
El pensamiento más sensato generalmente es el que dictamina la razón, y claro, este se dilucida cuando se dejan por fuera los sentimientos y las pasiones. El tema es bastante álgido, lleno de trochas culebreras y abismos espinosos a lado y lado.
Se podría pensar que la cooperación entre las autoridades colombianas y las estadoudinenses es muy buena y permitiría que jueces y fiscales colombianos lleven procesos paralelos en el país del norte; pero acaso cuando los jefes paras estuvieron presos acá en Colombia ¿el viaje lo podrían haber hecho los fiscales gringos? ¿Cierto? igual la cooperación judicial es de doble vía.
Lo que de verdad nos preocupa es que existe un problema de fondo que no parece acabarse nunca: El narcotráfico.
Si algo nos ha enseñado la historia reciente es que una vez exterminados los carteles alguien más ocupará ese lugar (llámense Cartel de Tabatinga, Frente Mao Tse de las FARC, o Frente John Rambo de las AUC); la demanda es abundante y siempre existirán inescrupulosos dispuestos a suplir el mercado.
Ahora lo que las fuerzas militares deben evitar es que ese espacio sea ocupado por los nuevos minigrupos que han surgido con la desmembración de las AUC.
Siendo realista solo encuentro viable dos posibles soluciones al problema del narcotráfico a nivel mundial: El primero es que si la decisión es combatirlo de raíz, debe existir una eficaz cooperación a todos los niveles, de todos los Estados y órganos internacionales, en donde los golpes a la mafia vayan de la mano con los programas de prevención de drogas (que incluya cantidades exorbitantes de dinero, como lo sucedido con el Plan Marshall que reconstruyó a Europa después de la segunda guerra mundial) tesis inviable hasta ahora para la comunidad internacional. La segunda opción es casi un contrasentido por ser simplísima y a la vez compleja, y es la legalización de las drogas a nivel mundial, de esa manera si se les acaba el negocio. Igual desde que exista algún gringo en Beverly Hills o en Harlem que quiera una línea de cocaína, siempre habrá un colombiano camuflado en la espesura de la selva con un AK-47 al hombro, esperando que llegue el transporte para enviar la mercancía.
Ahora lo que las fuerzas militares deben evitar es que ese espacio sea ocupado por los nuevos minigrupos que han surgido con la desmembración de las AUC.
Siendo realista solo encuentro viable dos posibles soluciones al problema del narcotráfico a nivel mundial: El primero es que si la decisión es combatirlo de raíz, debe existir una eficaz cooperación a todos los niveles, de todos los Estados y órganos internacionales, en donde los golpes a la mafia vayan de la mano con los programas de prevención de drogas (que incluya cantidades exorbitantes de dinero, como lo sucedido con el Plan Marshall que reconstruyó a Europa después de la segunda guerra mundial) tesis inviable hasta ahora para la comunidad internacional. La segunda opción es casi un contrasentido por ser simplísima y a la vez compleja, y es la legalización de las drogas a nivel mundial, de esa manera si se les acaba el negocio. Igual desde que exista algún gringo en Beverly Hills o en Harlem que quiera una línea de cocaína, siempre habrá un colombiano camuflado en la espesura de la selva con un AK-47 al hombro, esperando que llegue el transporte para enviar la mercancía.
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